El sector retail o comercio detallista está entre los 50 mayores empleadores de Chile, según un sondeo de Diario Financiero en 2017. Igualmente, es el rubro que más trabajadores empleó en el primer trimestre de 2018, con 1,5 millón de personas.
La gestión de personal del área de ventas del comercio detallista o al por menor presenta desafíos que son propios de la naturaleza dinámica, voluble y cambiante del sector. Estos son:
En síntesis, el empleador del sector retail enfrenta altas tasas de rotación y de ausentismo permanentes de vendedores debido a que muchos de ellos funcionan con extensas jornadas de trabajo, en modalidad de media jornada o part-time y en plazos de tiempo predefinidos.
Igualmente, el área de Recursos Humanos de la compañía sólo puede gestionar a los trabajadores contratados directamente y no puede involucrarse con el personal que las franquicias emplean.
De acuerdo con el último informe sobre Tendencias del Retail en Chile de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS), a estos desafíos se suma el aumento del comercio electrónico o e-commerce, la optimización del espacio físico y la reducción de dotaciones por sala de ventas.
Aún así, el empleador puede implementar y promover entre sus franquiciados las siguientes buenas prácticas comunes para una gestión de personal eficiente:
Asimismo, la empresa de retail puede implementar una estrategia oficial de gestión de personas. Una que está ganando más adeptos es la aplicación de los principios detrás del Lean Retailing.
El Lean Management o Lean Strategy surgió como una estrategia de gestión operativa para maximizar la eficiencia de procesos operacionales y reducir la “basura” o pasivos que obstaculizan la producción. Es decir, simplifica los procesos lo más posible y elimina inercias en el uso de recursos, tiempos y acciones.
Sin embargo, los atributos de esta práctica pronto se expandieron a otras áreas del negocio que necesitan también eliminar actividades sin valor agregado, detectar y anticipar problemas de forma temprana, y mejorar el flujo operativo general.
Fue así como surgió el concepto de Lean Retailing en la gestión de capital humano, que se enfoca en promover y fortalecer los siguientes ámbitos:
Mediante esta estrategia, el área de Recursos Humanos evalúa cómo funciona el sistema de incentivos o programa de reconocimientos instalado, si los beneficios son utilizados de forma óptima y adecuada, si hay un equilibrio entre los premios monetarios y no monetarios, y cómo se comparan con los de la competencia.
El Lean Retailing visibiliza y formaliza las acciones para enfrentar un trabajador que tiene bajo o mal rendimiento. Dado que su enfoque es reducir o eliminar “residuos”, esta estrategia fomenta la adopción de acciones para corregir desempeño, con procedimientos y políticas claras, así como el tiempo mínimo y máximo que la empresa está dispuesta a invertir en hacer esa mejora.
Reconocer el desempeño de los trabajadores es una cosa y destacar el alto rendimiento es otra. Al enfocarse en remover todos los pasivos posibles, el Lean Retailing también formaliza procesos para detectar y promover colaboradores que rinden excepcionalmente en sus tareas. La estrategia también formaliza prácticas y cursos de acción que faciliten específicamente su promoción, desde entregarles beneficios especiales y aumentarles de sueldo, hasta agilizar su ascenso.
Así, el Lean Retailing convierte en un “hábito” y genera una rutina de reconocimiento constante del trabajador altamente rendidor.
Toda empresa del sector retail necesita constantemente fortalecer sus fuerzas de ventas. A través del Lean Retailing, esta atracción se vuelve formal y explícita con una política clara de captura y retención, que incluye sueldos competitivos, incentivos al buen desempeño, reconocimiento al alto rendimiento y desarrollo personal.
Al transformar el reclutamiento de este talento en un proceso de filtraje con objetivos definidos, la empresa evita errores posteriores en la selección y contratación.
La gestión de capital humano presenta desafíos y diferencias marcadas entre un rubro y otro.
No obstante, existen buenas prácticas que son comunes y transversales a todo tipo de empresa, cultura laboral y mercado. Su instalación asegura una mejora en la calidad de vida del colaborador y la gestión eficiente del personal.
Todas comparten un común denominador: considerar al colaborador como activo clave de la empresa, una pieza vital de la producción que, si falla o no está, interrumpe el buen funcionamiento del negocio.