La salud mental es un componente esencial de nuestro bienestar general, y su importancia se ha vuelto más evidente que nunca en América Latina.
Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 34% de las enfermedades en la región están relacionadas con la salud mental. La enfermedad más frecuente es la depresión y, en segundo lugar, la ansiedad.
De acuerdo con el estudio “Hacia un cambio de paradigma en salud mental en América Latina” (FP Analytics, Viatris. Publicado en Sep. 2023) en 2020, las personas en América Latina vivían con alguna enfermedad mental aproximadamente un tercio de su vida, período durante el cual necesitaron el apoyo continuo de su familia, su comunidad y su sistema de salud.
Esta tendencia es consistente en Chile, Argentina, Brasil y México. Por supuesto, cada país enfrenta sus propios desafíos, especialmente si existen brechas en el desarrollo socioeconómico entre las áreas urbanas y rurales.
Los trastornos de salud mental y los desórdenes neurológicos tienen consecuencias tan graves como el suicidio. Sin embargo, los pacientes a menudo ocultan su condición.
La atención de salud mental está limitada por los presupuestos públicos, que generalmente son limitados en los países latinoamericanos, pues solo recibe aproximadamente 2 % del presupuesto de salud de dichos países.
Sin duda, los datos antes mencionados resultan alarmantes. No obstante, resulta crucial hacer hincapié en la definición de qué es la depresión, la cual se define como un trastorno y/o enfermedad que se manifiesta por experimentar tristeza constante en gran parte del día, en un lapso superior a dos semanas.
Cuando una persona padece de este trastorno, este se acompaña de un rápido empeoramiento del funcionamiento laboral y social, alusivo tanto a la actividad en la realización de las tareas como a la aparición de conductas de aislamiento y frecuentes conflictos interpersonales.
También existe una falta de comunicación con el equipo (aislamiento) o área a la cual pertenece, lo cual hace que sea más probable que esa área tenga una merma al querer cumplir objetivos; y no se diga si es el caso de que la persona que padece este trastorno sea el líder, coordinador de dicha área.
Dicha merma se va alimentando de pensamientos irracionales, pérdida de objetividad y responsabilidad.
Por otro lado, hay que mencionar que los centros de trabajo pueden ser generadores o desencadenantes de las señales de depresión, aunque no es determinante, pero sí contribuyen, mencionamos los siguientes puntos:
No cabe duda de que cada persona es responsable por su salud mental, ya que debe buscar una red de apoyo, un espacio y una forma de expresar sus sentimientos y emociones. De esta forma, va generando herramientas para la prevención, confrontación de situaciones difíciles a lo largo de su vida, así como crear un hábito de salud mental en su día a día.
Aunado a ello, los centros de trabajo deben fomentar la cultura de salud mental, así como diseñar procedimientos sobre el actuar cuando un colaborador presente un trastorno como la depresión.